sábado, 26 de enero de 2013

Disfrutando la soledad por el Segura



Una de las cosas más maravillosas del mundo es  ponerte las botas o subirte a la bici y saber que tienes  todo un día y un camino por delante a la espera de que lo descubras.

La semana de antes has estado preparando a conciencia la ruta, estudiando cada curva del mapa, como si fueras a recorrer el Amazonas y tu vida dependiera de ello.  Sin embargo, cuando llega el día D, resulta que no es el Amazonas, sino el río Segura y que lo planificado sí, pero no, porque muy a menudo te ocurre como a los perros, que les gusta husmearlo todo, no vaya a ser que esa senda que te dejas sin fisgar, tenga el rincón precioso, el más bonito de la excursión, y fastidiaría pasar a dos metros de él sin percatarte.

Total que si lo previsto es hacer quince kilómetros, terminas recorriendo treinta o cuarenta. Y es que esto es como una droga, cuando más caminas, más quieres. Siempre terminas el día queriendo ir un poquito más allá. Hasta que la caída del sol  pone el punto y final a la aventura.

El otro placer, es la soledad buscada. El ir ensimismado en tus pensamientos, el no hablar más que cuando por casualidad te encuentras con algún lugareño y te apetece entablarle conversación. Esos momentos de reencuentro con uno mismo, son la leche.

Y es que a estas alturas de la vida, el descubrir nuevos caminos con la única compañía de tu sombra, hace que seas el hombre más feliz de Cartagena y Comarca… por lo menos. 

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