jueves, 28 de julio de 2011

Eres lo que escribes. Eres como escribes

"La gramática
es más perfecta
que la vida.

La ortografía
es más importante
que la política.

La suerte de un pueblo
depende del estado
de su gramática."



“Eres lo que escribes, eres como escribes tiene como propósito impulsar el español... Escribir desde la libertad que nos da el blog, con la responsabilidad de mantener un idioma vivo y vivaz, lúcido y lúdico, vuestro y nuestro.”
“Escribimos como somos para que los demás sepan nuestras circunstancias en la realidad que nos tocó vivir, para que los otros, nuestros cómplices, nuestros semejantes, sientan lo que nosotros padecimos o gozamos en un momento específico de la travesía humana. Y para ser veraces hay que ser precisos. Y para decir las cosas por su nombre hay que darle su valor a las palabras, peso a la escritura, razones a nuestro discurso. Al escribir nos desnudamos. Al leer somos testigos, voluntarios o involuntarios, del desnudamiento de nuestros semejantes. En cada texto está algo más que lo que quisimos decir: está nuestra educación, nuestra ideología, nuestra perspectiva del mundo.” Publicado por Gabriel Trujillo



Haces unos meses llamé a Ana, mi Guía preferida. Todo emocionado le conté la idea de realizar una visita por la ciudad rememorando las vicisitudes de los cartageneros durante la Guerra Civil. A lo que ella contestó: -Buena idea, preséntamela por escrito, ya te digo algo-. 

Me puse a escribir un esbozo de proyecto, en base a la nebulosa de ideas vagas e inconexas surgidas de diferentes lecturas, y desistí. No veía cómo darle forma. Hasta que unos meses después, con la ayuda de Ana conseguí concretar las ideas con matices que al principio ni podía imaginar.


Entonces recordé una preciosa lección de mi profesora de Teoría de la Educación. Esta nos venía a decir: La lectura por si sola te proporciona una estructura de verbalización, un protocolo de comunicación, pero solo leyendo, no desarrollas tu espíritu crítico, ni tu sentido común, ni tu lógica de razonamiento. La simple lectura sólo consigue gente más instruida, pero no más inteligente.

La lectura por si sola, no te ayudará a solucionar los problemas de tu vida. Es necesario el ejercicio de reflexión y posterior estructuración de tus ideas en base a lo leído, para el crecimiento personal. Y la mejor forma de hacerlo es intentando plasmarlo por escrito.

No se, si darle vueltas a las cosas me hace más inteligente. Pero soy muy feliz compartiendo mis experiencias, regalando reflexiones. 

Creo que es cierto, al final somos lo que escribimos. Somos como escribimos.

lunes, 25 de julio de 2011

Adiós a Amy Winehouse



Decimos que, es ley de vida, cuando alguien muere de viejo. Desafortunadamente Amy se ha muerto de joven. 

A veces, la vida es injusta.  Uno piensa que cada cual labra su futuro y  recoge los frutos cosechados. Pero no, la muerte de tantos jóvenes artistas no es casualidad. Alguien ahonda los surcos de la perdición, abonándo el terreno para que broten grandes genios, que sin una sólida educación para tal tipo de vida, sin un referente, caen rápidamente, precipitándose en barrena por un abismo negro, sin darse cuenta, que siempre van detrás, persiguiendo un inalcanzable destino. Hasta que extenuados, dicen ¡basta!

Y se acabó.

Descansa en paz Amy.

Por cierto. Te alegrará saber que Dios tiene esta canción en su IPod.

sábado, 23 de julio de 2011

Cosas que hacen que la vida valga la pena. Los Amigos

Anoche descubrí una de las cosas que más molan en este mundo: Que te inviten a una fiesta a ciegas. Tú piensas que vas a tomar unas tapas con unos cuantos amigos y te encuentras de sopetón a medio club y parte del otro cantando y aplaudiéndote sin saber por qué. El subidón es tal, que no sabes qué  hacer o decir.

Una vez superado el momento ¡tierra trágame!.  Con cara de circunstancia, entre alucinado y sorprendido de ver tantos amigos,  piensas: ¡No puede ser! Esto no puede estar pasándome a mí, y  terminas como Mourinho preguntándote, ¿por qué?

Pasados estos segundos, intentas buscar refugio en la trinchera de tu asiento, pero camino de ella empiezas a ver gente que ni te podías imaginar, como mis hijos y  los compañeros más veteranos del club. Te lías a saludar uno a uno, y entonces caes en la cuenta del mutuo aprecio que existe, el cariño que hay detrás de tantas horas de marcha compartida.

Ya sentado, no me entraba ni la hoja de lechuga, de cómo tenía el estómago de estresado. Hablando con Blas, fue pasando la tensión inicial y comenzó el disfrute de una velada inolvidable por la autenticidad de las expresiones de afecto que recibía con quien hablara. ¡Jo! me sentía diez centímetros más alto, más guapo y delgado.

Tras la cena llegaron los discursos, el vídeo sinóptico con las últimas andanzas en el Club y las despedidas hasta septiembre. A día de hoy, la cara de flipado aún no se me ha ido. Ya no sólo por el reconocimiento –que no homenaje, como muy bien matizó Aniceto-, sino también por el buen rollo que se respiraba y la cantidad de gente guapa, moderna y con ganas de pasarlo bien, que allí nos  juntamos.
¿Qué he hecho yo para merecer esto?, terminé preguntándome.
La respuesta está en el viento. A veces la pasión ciega al entendimiento. A veces es más bello ver y mirar con el corazón que con los ojos o la razón. Así me lo tomo. No me lo merezco, pero bienvenido sea.

Gracias amigos, gracias de corazón. 

Acabáis de darme un motivo más a la lista de cosas que hacen que la vida valga la pena: Vosotros.
 


domingo, 17 de julio de 2011

Cosas que hacen que la vida valga la pena. La Bici




La bicicleta ha marcado mi vida. Recuerdo que con tres o cuatro años regalaron a mi hermana un nuevo triciclo mucho más bonito que el mío. Anduve toda la mañana delante y detrás de ella a ver si me lo dejaba probar. Viendo que no había forma, se lo arrebaté en un descuido. La foto refleja esa huida, consentida por mi madre cámara en mano, y a mi hermana Pilar llorando tras de mi. Ese corto paseo, fue una pasada.

Aprendí a montar en una enorme bici de recovero. En ella me dejaba caer cuesta abajo, empujándola con un pie y apoyando el otro sobre el pedal; hasta que un día, no se cómo, se me ocurrió sentarme en el cuadro y menuda sorpresa ¡No me caía! Ese momento fue maravilloso, único, irrepetible.



La bici era tan grande que desde el sillín no llegaba a los pedales, por lo que mi trasero iba sobre la barra del cuadro. Además, como tenía rotos los frenos, reducía la velocidad pegando la suela del zapato a la rueda trasera, consiguiendo más adelante derrapes y cabriolas espectaculares, con algún que otro revolcón, todo sea dicho.

A los once años me compraron una Orbea Cadete color granate, nuevecita flamante y a mi medida. Con ella recorrí diariamente los nueve kilómetros que separan las Palas de la Pinilla para ir a la escuela. Entonces, las carreteras eran pistas empedradas y cuando llovía los surcos de la misma parecían arroyos, llegando en ocasiones al extremo que la carretera no se veía.

A mitad de camino paraba a beber agua en una boquera de tierra frente a la casa de la Grilla, lugar donde perdí uno de los guantes de piel recién comprados en almacenes Lepanto. Para evitar la reprimenda, lo oculté a mis padres, así que me pasé todo el invierno conduciendo la bici con una sola mano, para que la otra no se helara.

Al regreso de la escuela, tras la comida aprovechaba el poco tiempo libre que tenía para ascender hasta la Cuesta de los Ruices y dejarme caer hasta Tallante. La gozada de descender a to trapo, trazando las curvas y  por carretera asfaltada, es indescriptible.
Choca ver como  antes buscábamos el asfalto, mientras que ahora huimos del mismo.

Tras la adolescencia  llegaron las chicas, el fútbol y la montaña; así que abandoné la bici hasta la treintena que me regalaron una de montaña. Gordo y fofo pretendí emular viejas glorias. Sin premeditación me piqué con Nacho un amigo de mi hijo, descendiendo temerariamente desde Tentegorra hasta el PRYCA, sorteando a una velocidad endiablada los pinos del circuito “Colacao”. Ganó él, por muy poco. De regreso a casa, intente saltar una zanja, tal como anteriormente había visto hacerlo a dos jóvenes. Tomé velocidad y al llegar a la misma, la rueda delantera no ascendió, se clavó y salí volando por encima del manillar aterrizando con la frente y nariz que arrastré por el suelo. Fueron décimas de segundo, noté perfectamente cómo arrastraba la cara por el suelo, sabía que estaba jodido y que no había vuelta atrás. Entonces descubrí que son ciertas "las estrellitas" que dibujan en los tebeos representando el estado de shock. Tras la recuperación, no regresaron las ganas de subir en bici.

Tuvo que ocurrir otro accidente para volver a coger la bici. Sin poder caminar, la bici fue la solución para realizar excursiones a la vez que cambiar el estilo de vida en la ciudad. Pero esa es otra historia, que titularé: Confirmado, eres gilipollas.

Así que a pesar de los diversos incidentes y accidentes, montar en bici, para mi, ha sido y es una de las cosas que hacen que la vida valga la pena.


sábado, 9 de julio de 2011

Malos tiempos para nuestra prole



De niño no fui buen estudiante. De joven tampoco. Al cumplir veinte años, tras fracasar en la carrera que no se por qué elegí; al tiempo que hice la mili, decidí estudiar lo que me gustaba. Entonces aprendí a estudiar, a disfrutar aprendiendo, a saber lo que es una matrícula y la gozada de conseguirla.

Cuando descubres que no eres tonto, estudias con avaricia, no te conformas con cualquier nota. Cuando aprendes que el éxito va precedido del orden, la disciplina y el gusto por el trabajo bien hecho, ya no hay nada que se te ponga por delante.

La historia se repite. Mi hijo parece llevar los mismos pasos que yo. Y de nada vale mi experiencia. Sin embargo, para entonces ya tenía a mis espaldas diez años de vida laboral a las órdenes de mi padre. Trabajo sin remunerar, pero trabajo que ayuda a valorar las cosas en su justo término, que forja el carácter y curte el espíritu.

Recuerdo que cuando mis amigos se iban al cine, la tarde de algún domingo -aún no había televisión- tenía que ayudar a mi padre a sacar la fruta de la cámara frigorífica a la tienda. Los suspiros de impotencia aún no los he olvidado, pero sé que estos me hicieron fuerte para afrontar posteriores reveses de la vida.

Hoy las cosas están mucho más jodidas: no hay trabajo ni expectativas. La competitividad en cualquier ámbito es brutal. Mi hijo aún no se ha enterado que no basta con aprobar. Al final el mercado de trabajo, como la montaña, pone a cada uno en su sitio. Los más fuertes, astutos y preparados llegan los primeros a la cima, y el resto van llegando como pueden, situándose a media ladera donde les dejan. Otros desisten y se quedan por el camino. Y aunque el guía te aconseja y anima, la montaña como el puesto de trabajo tienes que conquistarlo tú.

El futuro es realmente incierto porque están cambiando los escenarios y las reglas del juego. Nuestros hijos, no tendrán nuestra calidad de vida. Al menos como la hemos entendido, con un trabajo estable medio bien remunerado que te permita unas vacaciones, una segunda casa en la playa o campo, algún viaje...etc. Pero es que, debemos plantearnos si es sostenible dicho ritmo de vida. No si nosotros lo podemos pagar, sino cuanto tiempo el planeta lo podrá soportar. Por ello creo que el mejor legado que podemos dejarles es su educación, por más que les cueste a ellos y a nosotros. 

Pero no sólo una formación instrumentalista basada en el domino de unas técnicas al servicio del empleador, sino educación en el amplio sentido de la palabra. Educación en valores con los que aprendan a enfrentarse la vida y adaptarse al medio sin que este les fagocite o les expulse. No les deseo la felicidad del canario en su jaula de oro, ni la libertad del perro tirado en la carretera. Ambas son una falacia.

Los avances históricos suceden en forma de evolución y revolución. Estos se escriben con crisis y retrocesos, para posteriormente resurgir de las cenizas. Lamentablemente, a esta crisis aún le queda mucha leña por arder, su fin se vislumbra lejano. A mis hijos se les pasa el arroz  y veo que llegan a la treintena sin un proyecto de vida. Si no emigran a buscarse la vida por el mundo, estoy planteándome si ampliar la casa o irme de alquiler.

martes, 5 de julio de 2011

Yo, mi, me, conmigo. Tarjeta de visita



Me llamo Cristóbal. Nací hace medio siglo en Las Palas. Conforme pierdo frescura, gano experiencia. Amo y vivo Cartagena. Me siento murciano y ciudadano del mundo. Tengo –no poseo- esposa y tres hijos en los que pienso cuando escribo.

Trabajo de mercader del siglo XXI. Colaboro en el Centro Excursionista de Cartagena y con un partido político de índole progresista, aunque no suelo hablar de ello para evitar los prejuicios que pueden trabar relaciones personales auténticas.

Soy del Barça desde que mi tía Montserrat me llevó al Camp Nou siendo niño y me regaló una camiseta. También porque me aburrían quienes lo ganaban todo. Ahora, este Barça me aburre y me fastidian sus celebraciones con el excluyente "Visca el Barça, visca Catalunya". Paradojas de la vida.

Mi pasión es compartir lo que me gusta, la naturaleza, el deporte, la historia y el arte. Por eso me hice pedagogo. Por eso nace este blog. Para compartir perspectivas de la vida desde la razón, el pensamiento crítico y la intuición.




lunes, 4 de julio de 2011

Los cojos ¿también lloran?


Hace cinco semanas que me operé la rodilla. Hace 15 meses que me la rompí. Llevo 37 días con la rehabilitación, y ya que no puedo permitirme las muletas del Rey –ni falta me hace- procuro hacer las cinco horas diarias ejercitando el cuadriceps. ¡Yo no voy a ser menos que el Rey!, pensé cuando oí la noticia.

Además he tenido tiempo de arrancar el Blog, hacer un curso de fotografía, comprarme una Reflex – ¡el tiempo que me ha llevado elegirla!-, leer unos libros, hacer los “deberes” con mi hija, preparar la programación de senderismo, estar eufórico tras la operación y  hundirme al ver que esta no resuelve definitivamente la lesión.

Últimamente no cojo el teléfono a los amigos que me llaman. Los malos momentos, son duros de compartir. Prefiero comérmelos sólo con patatas fritas y no descargarlos a los demás. Así que para contestar con un falso "Bueeno, bien estoy bien” no  descuelgo el móvil ni contesto los emails, ya devolveré las llamadas cuando salga a flote.

Esta semana comienzo con natación. La primera sesión me fue genial para la rodilla, pero me fastidié el hombro. ¡Manda huevos! Así que ahora me toca nadar como los perros, sin sacar las extremidades del agua.

El primer día de piscina, el monitor nos dice a una chica y a mí, que hiciéramos  un largo para evaluarnos. Me zambullí y nadé con mucho estilo. De las cinco calles, nos puso en la número dos, pero a los cinco minutos la chica nadaba en la calle cuatro. A mi me dijo que pasara a la uno, que estorbaba al resto. 

Entonces pensé, tengo que esforzarme si no quiero que me saque de la piscina y me envíe a la piscinita de la tercera edad, donde se hallaba mi madre. En ese instante recordé y comprendí porque a mis hijos mayores no les gusta venir de excursión con sus padres. Es como si te rebajaras. Menuda tontería llevamos escrita en los genes. Total que como no podía mover mucho las piernas, avancé forzando los brazos. 

Y heme aquí, escribiendo como puedo y sin poder ir a la excursión del Kayak a la que me había inscrito pensando que para ello no necesitaba las piernas, sólo brazos y cabeza.

Comencé cojo y termino manco. Virgencita, virgencita ¡que me quede como estoy!




Para escribir, ¿basta con tener algo que decir?

Una de las oportunidades más extraordinarias de tener un blog como este, es que tomas una idea, unos hechos o una noticia  e intentas reflexionar sobre ello con mayor o menor fortuna. Expones tu punto de vista y recibes respuestas que en muchas ocasiones sugieren otros enfoques distintos. El autor entonces considera las nuevas aportaciones y en cierta medida modifica sus conclusiones.

Este, pretende ser un blog donde reordenar memorias, pensamientos y retazos de vida; sin más pretensiones que tener un rincón para la reflexión, el compromiso y la amistad.
Si quieres, nos vemos en el rincón del cabo.