sábado, 26 de enero de 2013

Disfrutando la soledad por el Segura



Una de las cosas más maravillosas del mundo es  ponerte las botas o subirte a la bici y saber que tienes  todo un día y un camino por delante a la espera de que lo descubras.

La semana de antes has estado preparando a conciencia la ruta, estudiando cada curva del mapa, como si fueras a recorrer el Amazonas y tu vida dependiera de ello.  Sin embargo, cuando llega el día D, resulta que no es el Amazonas, sino el río Segura y que lo planificado sí, pero no, porque muy a menudo te ocurre como a los perros, que les gusta husmearlo todo, no vaya a ser que esa senda que te dejas sin fisgar, tenga el rincón precioso, el más bonito de la excursión, y fastidiaría pasar a dos metros de él sin percatarte.

Total que si lo previsto es hacer quince kilómetros, terminas recorriendo treinta o cuarenta. Y es que esto es como una droga, cuando más caminas, más quieres. Siempre terminas el día queriendo ir un poquito más allá. Hasta que la caída del sol  pone el punto y final a la aventura.

El otro placer, es la soledad buscada. El ir ensimismado en tus pensamientos, el no hablar más que cuando por casualidad te encuentras con algún lugareño y te apetece entablarle conversación. Esos momentos de reencuentro con uno mismo, son la leche.

Y es que a estas alturas de la vida, el descubrir nuevos caminos con la única compañía de tu sombra, hace que seas el hombre más feliz de Cartagena y Comarca… por lo menos. 

sábado, 19 de enero de 2013

Honra sin barcos




Un tal Felipe dijo una vez, que no envió sus naves a luchar contra los elementos. Hoy nos ha ocurrido lo mismo, teniendo que luchar contra un viento que por el puto efecto Venturi, aumentaba su velocidad al entrar en el Cañón del río Luchena, haciendo honor al nombre del pantano que hay en su cabecera: Valdeinfierno.  Este nombrecito viene como anillo al dedo para definir nuestro discurrir por un precioso Valle convertido por mor de los elementos, en un infierno.

Las casi tres horas que nos costó cruzar dicho cañón fueron un infierno, ya que al viento se le unió una lluvia que nos caló, literalmente, hasta los güevos. Para más inri, arrastrábamos dos toneladas de tierra arcillosa pegadas inmisericordemente a nuestras botas, creciendo y creciendo hasta tropezar una con otra, de tal cantidad de arcilla que llevábamos adherida.

Y para redondear la faena, dimos dos barrigazos en sendos resbalones sobre unas rocas que parecían de vaselina. No sé cómo, resbalé panza bajo hasta dar con la cara y manos en una charca. Me levanté rápidamente con las rodillas y manos magulladas, y entonces pensé: ¡Menos mal que no ha venido la amiga que invité! Y a continuación me acordé que el oftalmólogo me dijo que hiciera “vida normal” sin movimientos bruscos con la cabeza. Total que ya no sabía si eran las gafas empañadas o era el golpe lo que me nublaba la visión. Afortunadamente fue la lluvia.

El cañón se alargaba hasta la desesperación, y hoz tras hoz no veíamos el final. La hora prevista se había convertido casi en tres. Lo último que nos faltaba fue, encontrarnos una enorme roca en medio del barranco. No veíamos forma de sortearla, ya que mojada resbala como el hielo. Total, que mi compañero me empujó donde la espalda pierde su honorabilidad, y con tal de no tener que desandar lo tan penosamente caminado, conforme empujaba pensé “prefiero barcos sin honra” y no sin dificultad me encaramé como un reptil encima de ella. Luego el Cristo, fue ayudar desde arriba a mi compañero. Afortunadamente sobrevoló la dichosa roca.

Cuando llegamos al embalse, hacía tanto viento y con las ropas empapadas teníamos tanto frío, que sin pararnos hice unas fotos, tomamos una barrita energética con un plátano y continuamos ascendiendo hasta el Collado de los Maderos en la Sierra del Pericay. 

El sol comenzó a salir tímidamente y con el fuerte viento fuimos secándonos a la vez que disfrutamos del paisaje, momento que vino a la memoria la frase de un amigo:  “En la montaña cuanto más peor, mejor”.  Así pensaba yo antes de ayer, y  si se presenta una jornada épica como la de hoy, bienvenida sea, pero de un tiempo a esta parte prefiero  seguir el consejo de otro buen amigo que me dijo: "Cristóbal, no descubras mundos nuevos que te cortaran los huevos". 

Así que a estas alturas de la vida prefiero barcos con honra, disfrutando la naturaleza un día fresquito, limpio y soleado. 

Serán cosas de la edad. 

Álbum de fotos