sábado, 12 de noviembre de 2011

Las montañas y las mujeres




Aún a riesgo de parecer políticamente incorrecto, creo que las montañas semejan mucho a la mujer. Cuando les echas el ojo, no sé qué tienen ambas, que te atraen como un imán; y enseguida ronda el deseo de conquistarlas. Empiezas estudiando su grado de accesibilidad, las dificultades que puedes encontrarte para conquistarlas, emocionándote con lo bonito que tiene que ser el conseguirlo; y una vez decides atacarlas te das cuenta que son ellas las que tienen la última palabra, que tú puedes haberte preparado concienzudamente para la cita, poniéndote guapo y en forma, pero si ellas dicen no, es mejor dar la vuelta antes de terminar herido.

El rechazo puede ser, bien porque no nos lo hemos trabajado lo suficiente como para conseguirlas, y hay que continuar entrenando y preparándose para la próxima oportunidad. O bien porque ellas se hallan muy, pero que muy lejos de nuestro alcance. Y entonces, lo más sensato y razonable es abandonar aceptando la realidad y plantearnos la conquista de aquellas que se aproximen más a nuestras condiciones objetivas.


 La conquista es igual que la progresión en la escalada, como un baile de movimientos suaves y armónicos, donde todo tu cuerpo se impulsa aprovechando las inercias que generan tu cabeza y extremidades. Donde tienes que explotar tus fortalezas y habilidades, procurando minimizar las debilidades. Por ello si tu nivel es de un IV grado  y deseas sobrepasar un  VI, como no entrenes y te superes, ellas no te dejarán pasar por más que lo desees.


Los hombres, aunque no lo hagamos conscientemente, siempre tendemos a prepararnos y entrenar para ser mejores, de ahí nuestra innata competitividad e intento de superación planteándonos nuevos retos y metas. Pero por muy buenos que seamos, son ellas quienes deciden si puedes o no conquistarlas. Por ello cuando no lo tenemos claro, es mejor una retirada digna con pequeños rasguños en la autoestima, que una derrota en toda regla con graves secuelas morales o físicas.


En el proceso de conquista, hay factores externos que tú puedes prever pero no controlar: el clima, el terreno, la extracción social, la belleza, la cultura, etc. Pero lo que va a determinar la consecución de la conquista, es tu solvencia sobre el terreno, la inteligencia emocional, la perseverancia, la fuerza de voluntad, el carácter forjado ante la adversidad. Son valores intangibles que en los momentos críticos, cuando surgen los problemas se muestran en toda su extensión de forma tan evidente, que sin ellos haces aguas, te acobardas, te apocas sin encontrar soluciones y finalizas rindiéndote ante hechos que te superan y sobrepasan.  Es como si estuvieras jugando en una liga que no es la tuya, no ves la pelota y te dan tal repaso  que enseguida comprendes que debes jugar en otra liga con un nivel adecuado a tu fuerza y tu técnica, donde puedas competir dignamente, y en definitiva ser feliz.


Por ello, tras mi lesión de rodilla, no pudiendo aspirar a las grandes travesías por las Sierras de la Bética, me conformé con travesías más sencillas, de un día, con mochila de ataque y ritmo pausado. Entonces aprendí a caminar disfrutando de la naturaleza, descubriendo la belleza desde el interior. Comencé a jugar en otra liga, echo en falta algunas cosas de la anterior, pero me compensan las cosas buenas de esta. Recuerdo que de joven, sólo me fijaba en la belleza de la mujer o la hermosura de una montaña por su apariencia externa. Ahora descubro en la montaña y en la mujer infinidad de cosas mucho más interesantes  que una bonita cara o un sinuoso intrincado perfil.


Y una vez has conquistado a la mujer de tu vida o la cima de una montaña, no has hecho más que empezar la aventura, porque este es el inicio de un largo recorrido, quizás más monótono por ser el descenso o el inicio de la rutina de la convivencia; pero esta es la etapa más importante, donde más atento has de estar, ya que hay momentos de cansancio y hastío que  pueden provocar accidentes que den al traste con toda la felicidad alcanzada hasta este instante.

Las mujeres y la montaña son dos pasiones por las que creo que la vida merece la pena. Muchas han dejado su huella marcando mi carácter. Con cada una de ellas guardo una relación diferente, pero gracias a todas la vida me resulta super atractiva.

4 comentarios:

  1. ¡Ay Cristóbal! En qué berenjenal te has metido.

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  2. Emilio, ya sabes que me gusta pisar en todos los charcos... aunque luego me resfríe.

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  3. !Ay Cristobal¡. Me encanta tu vena literaria, disfruto un montón leyendo tu blog. Gracias por compartirlo. Un beso.

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  4. Cristobal, ¡impresionante! tu forma de expresar... tu sensibilidad me ha impactado ... Me encanta lo que escribes y cómo lo escribes. Además de un poeta, me doy cuenta de que eres un gran montañero y mejor persona. Eso me llega. Gracias por compartir esto tan hermoso.

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