miércoles, 26 de septiembre de 2012

Viaje por El Mundo


Ayer realizamos una preciosa excursión por un cañón del río Mundo, entre Los Cárcavos y el Cortijo de Los Luisos. Cortijo en ruinas, donde esta señora vivió su juventud  y  dio a luz  a tres de sus cuatro hijos.  

Comentaba que de joven, los domingos iba a galantear a uno de los cuatro cortijos que había en la zona, San Martín, El Avellano, Los Luisos o Los Cárcavos. Allí se reunían todos los jóvenes y lógicamente, lo hacía caminando sus diez o doce kilómetros entre la ida y la vuelta, con sus 400 metros de desnivel acumulado, por unas sendas increíbles, con un trazado zigzagueante que asciende las paredes verticales del Cañón del Mundo, como si de una escalera de caracol se tratase.

Cuenta la señora que de mayor, en cuanto oía tronar, rápidamente salía de casa con sus hijos,  y con lo puesto subían a una cueva en lo alto de las paredes del cañón.

Uno de sus hijos nos contó que con ocho años, cuando se hallaba guardando el rebaño de ovejas, oyó un estruendo enorme, salió monte arriba corriendo con el rebaño, salvándose de la tromba de agua que venía con mas de siete metros de altura río abajo, que suele producirse por la gota fría al final del verano. 

Desgraciadamente los cortijos del Avedaño y Los Luisos, hoy son ruinas. Una riada en el año 1945 los arrasó. Sus habitantes emigraron y este maravilloso lugar afortunadamente lo ha colonizado la vegetación salvaje y no el hombre.

 Al fondo del valle, se aprecian las ruinas del cortijo

Este otoño, cuando los chopos reflejen el amarillo fuego  de sus hojas, lo visitaremos.
Deseando estoy, que llegue el día.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Senderismo por La Marina de Cope


No soy creyente, lo digo con todo respeto para quienes sí lo son. Sin embargo, ciertas reminiscencias del pasado remoto afloraron este fin de semana, no sé si por la grandiosidad de los paisajes, por la buena compañía o por un cierto alucine al combinar estos elementos con el agua fresquita y el intenso calor del medio día.



Sea como fuere, el caso es que me dio por cantar reiteradamente el Cantemos al amor de los amores. Al principio la cosa no pasó de la mera anécdota, pero  al finalizar la tarde, hartos unos, indignados otros, suplicaban o exigían sagrado silencio. Yo lo intentaba, pero es como si una fuerza interior moviera mis cuerdas vocales. ¡No me podía resistir! ¿No os ha pasado eso de tararear una canción y no ver  forma de dejar de hacerlo?  Así que casi finalizando la excursión, en la playa de Calnegre,  me arrearon algún que otro bastonazo en la mochila, inquiriéndome silencio a toda costa.  No tuve más remedio que salir corriendo, adelantando  a todos y una vez en lo más alto de la montaña, me volví hacia ellos como si de un nuevo Mesías se tratara, y voz en grito les canté “Señor perdona a tu pueblo, perdónale señor”.

Nueve horas de ruta dan mucho de sí, y tarareamos la chica yeyé y tantos éxitos conocidos.  Tras el baño en playa de Percheles, recordé Mi Ovejita Lucera, no tan conocida pero muy divertida.

La excursión del sábado no fue épica ni nada por el estilo, pero algo sufrimos. Unos por  la escasez de agua, otros por las cuestas del Siscar, otros con las plantas de los pies recalentadas… en fin, qué os voy a contar que no sepáis.

El mejor gesto, el de Jóse. Se adelantó corriendo desde la Cala de las Mujeres hasta la de Calnegre, y regresó con dos botellas de agua fresquita. Se me saltaban las lágrimas al ver las botellas perladas y las caras de los compañeros sedientos.

Mención aparte al gazpacho de Inma y el licor de café de Cari. GRACIAS y FELICIDADES.

A veces la vida te regala  fines de semana  intensamente vividos, por el entorno, por la compañía, por qué se yo. Confieso que los días 1 y 2 de septiembre, he vivido.